Octubre de 2010 en Radio Valle Viejo, durante el programa más extenso de la historia de Zona Negra ("el maratón de ZN"), que se extendió durante casi cinco horas (4 horas con 50 minutos), Antonio nos llamó al 444444. Nos comentó lo que pasaba en el Hotel de Turismo de Catamarca entre los años 1979 y 1982, cuando se había terminado aquella concesión y debieron quedase vigilando las instalaciones que ya no se ocupaban. Según su relato, les aparecían fantasmas en el sótano, en los pasillos y en las habitaciones. "Una noche de invierno yo estaba en la conserjería leyendo una revista, con el hotel completamente cerrado, cuando vi pasar una sombra que se perdía por el pasillo, pero al prender las luces e ir a ver de qué se trataba, no había nada..."
Durante otra madrugada, cumpliendo Antonio la tarea de sereno, comenzó a escuchar en la sala el movimiento de las sillas, como si hubiera en ellas personas que estuvieran acomodándose, corriéndolas, pero al prender las luces de golpe se encontró con que todas las sillas estaban bien acomodadas. Pero más impresionante fue cuando, en otra ocasión, en el hotel se le apareció un enorme perro negro que no podía haber entrado por ningún lado. Cuenta Antonio que sintió el típico escalofrío de quien está ante algo maligno, y sólo atinó a darle un grito para que se vaya, tras lo cual el animal se alejó por el pasillo, mientras él lo seguía hasta un punto en el que desapareció, literalmente. Aquella vez lo invadió tanto el miedo que salió hasta la playa de estacionamiento para esperar ahí el amanecer.
En su relato, Antonio afirma que no sólo de noche ocurrían hechos sobrenaturales. En algunas siestas, podía escuchar que desde una habitación le llegaba el ruido del agua de alguien que hubiera estado lavándose, pero al subir al primer piso y abrir la puerta que estaba con llaves, como casi siempre, no encontraba a nadie. Es que a veces sí podían ver algo más que sombras, y por eso todo el personal tenía recelo de ir al sótano para encender la caldera, porque ahí siempre se les aparecía "algo", o "alguien", como la presencia de un "mozo fantasma" al que ellos no identificaban, que solía esfumarse en el aire. Hasta que alguien le reconoció el rostro (Antonio evitó mencionar el apellido), y se trataba de un mozo que había trabajado en el lugar hasta el momento de su muerte.
Hubo un episodio que casi lo aterrorizó, más aún que el del perro negro. Fue cuando se alternaba en la guardia con otro compañero, y decidió tomarse un descanso recostándose en una cama de una de las habitaciones, dejando solamente prendida la luz del baño para que tenuemente ilumine el lugar. De pronto sintió pasos y abrió los ojos, porque la puerta no se había abierto, pero no vio a nadie. Sin embargo, pudo ver cómo se hundía un lado del colchón, como si estuvieran sentándose en él, y al mismo tiempo se levantaron las cortinas, pero las ventanas estaban cerradas y no entraba ni una brisa... Cuenta Antonio que a sí mismo se dijo "bueno, no entrés en pánico..." y, lentamente, se colocó los zapatos y salió del cuarto.
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