Niños Fantasmas



Niños Fantasmas



Al momento de escribir estas páginas, recibimos un dato: en una casa de las chacras vive un fantasma. Como dirían nuestras abuelas, se trata de una almita que anda penando. Los detalles están por salir a luz en el programa "Zona Negra", pero aquí podríamos resumir diciendo que, según las primeras versiones que nos llegaron, una joven lo vio por primera vez durante una fría madrugada reciente. Ella salió a la ruta uno cuando aún no amanecía, rumbo a su trabajo, y lo vio: el niño estaba del otro lado de la ruta, mirándola, vestido apenas con un pantalón corto. La temperatura era muy baja y la helada se había hecho sentir toda la noche, por eso cuando lo vio, la chica lo llamó para ofrecerle un abrigo, pensando que tal vez el niño estuviera extraviado o abandonado. Sin responder, el pequeño se fue por las sombras y encaró hacia un campo vecino, mientras ella lo seguía insistiendo para que se acercara. De repente la joven mujer se detuvo en seco, sorprendida, cuando vio a la criatura atravesar un alambrado sin saltarlo ni agacharse. Simplemente, lo atravesó. Desde otro lugar, un hombre que también se preparaba para emprender la jornada temprano, le advirtió: "no lo llame, no se moleste... no vendrá!! déjelo tranquilo..." Ella, sin alcanzar a comprender los hechos, y sin poder reaccionar, le contestó "¡pero debe estar muerto de frío! ¿no ve que está casi desnudo?" El hombre, no sin cierta ironía, sólo le respondió: "no está muerto de frío, señorita... sólo está muerto".  
  
A lo largo de la década de ZN, reportamos muchos testimonios de "niños fantasmas", observados en los más diversos lugares. Algunos de esos casos fueron reflejados en esta misma revista. Por ejemplo, en el número 1 se publicó un informe de Maury Agüero desde el hospital San Juan Bautista, donde una enfermera le narró hechos paranormales que incluyeron a menores de edad: "es así que me habló acerca de una noche, cuando una compañera suya tuvo que hacer el recorrido por los pasillos, pero a los minutos volvió blanca como una hoja. ¿Qué pasó? es lo que atiné a preguntarle, ya que se la veía muy asustada, y con palabras entrecortadas, en medio de un ataque de nervios me contó que, en el Pabellón del Quemado, como se lo conoce, vio a niñitos jugando en medio del pasillo, y al advertir su presencia salieron corriendo hacia otra sección... pero cuando fue a ver quiénes eran, no había nadie. Esa chica no volvió a trabajar de noche..." 
  
No siempre las apariciones de niños inspiran temor en quienes los observan, pero curiosamente el miedo se apodera de los que se enfrentan a la aparición de una niña. Las mujercitas, por eso mismo, fueron y son las preferidas en las películas de terror. Sugieren un miedo que se contrapone con la inocencia que debieran transmitir, supuestamente. Los filmes que tienen a estos chicos como protagonistas, normalmente recurren a escenas y efectos similares para intentar poner la piel de gallina en los espectadores: madrugadas adonde se escuchan los sonidos característicos de niños jugando o cantando con gran algarabía, o simplemente risas infantiles en lo profundo de la noche. Un caso representativo fue toda la saga de Freddy Krueger, donde sistemáticamente volvía a escucharse la canción que en vida interpretaban los niños asesinados por este controversial personaje: Uno, dos, Freddy viene por ti... Tres, cuatro, cierra la puerta... cinco, seis, coge un crucifijo... Siete, ocho, mantente despierta... Nueve, diez, nunca más dormirás. 
  
En el número 2 de nuestra revista, otra vez Maury Agüero se encuentra con la presencia de niños, allí donde los relatos hablan de muerte y dolor. Esta vez fue al realizar un informe desde el Cementerio Municipal capitalino. El cuidador de noche le contó que Maury redactó de esta manera: "...nos contó lo que pasa en la zona de la cocina, a unos 50 metros de la entrada al cementerio nuevo. El lugar es muy precario, cerrado con candado, y allí, en una siesta vieron aparecer a un par de nenitas solas, de la mano, a las cuales no les observaron las caras. Así como aparecieron, desaparecieron. Pero el fenómeno se repitió varias veces, también en otras partes del camposanto. Y en ocasiones, estas pequeñas vestidas con trajecitos antiguos, iban acompañadas por un hombre vestido de negro, al que tampoco se le puede distinguir el rostro. También es frecuente que se escuchen risas de niños a los que incluso a veces se los puede ver jugando, o corriendo entre las tumbas que están bajo tierra, pero cuando se los busca para retirarlos del lugar, todo vuelve a un silencio absoluto". 
  
En el libro de Zona Negra hay un relato que lleva por título "La llamada" que, aunque no lo dice, pretende sugerir que la voz de un "niño fantasma" se metió en medio de una comunicación telefónica. No eran épocas de telefonía celular cuando este suceso simple (pero inexplicable) aconteció, y el testimonio es tan breve que bien merece volver a reproducirse completo:  Yo vivía en la localidad de la Carrera, Fray Mamerto Esquiú, aquel fin de semana de 1995.  Mi hijo Nahuel comenzaba a pasar sus fines de semana en la casa materna de Rosana, de quien yo estaba separado desde hacía casi dos años. Sólo para saber si él estaba bien, lo telefoneo y me atiende la voz de una criatura: 
- Hola, está Nahuel? 
-No, Nahuel no está. 
-Dame con Rosana, por favor... 
-No, la tía se fue a "El Tesón". 
El Tesón era (y aún sigue siendo) un supermercado a la vuelta de la casa de ellos. Insisto: 
-Pásame con doña Rosa... - le pido, refiriéndome a la madre de Rosana. 
-No, ella no está... 
-¿quién habla ahí? 
-Un sobrino... 
Le pido que me diera con alguien más de la familia, y me dice que se encontraba solo en ese momento. Le anticipo que volveré a llamar, y al colgar el tubo me quedo pensando que tal vez me haya atendido algún chico que fuera hijo de alguna prima de mi ex, o algo así. Media hora después decido insistir, pero ya no marco de nuevo cada número, sino que pulso la tecla "redial" (repetición automática de llamada del último número señalado), y me da ocupado, una y otra vez, durante casi 15 minutos, hasta que vuelve a sonar el tono de "llamando". Tras 3 o 4 tonos atiende la inconfundible voz de Rosi, y me cuenta que todo está bien. Le pregunto quién me había atendido hacía más de media hora diciéndome que no había nadie más en la casa. "Nadie, estamos con Nahuel, mamá y Luciana, los cuatro solitos..." Luciana es mi hija que por entonces apenas tenía tres años. Insisto: "pero me dijo que vos habías ido al Tesón y que doña Rosa no estaba, y que..." Ella contundente me contesta: "Jorge, desde hace más de una hora que se fue Carlos (un tío de ella) y aquí estamos solamente los tres, y es la primera vez que suena el teléfono... " Yo sin convencerme : "es que ni siquiera volví a marcar todos los números, marqué rellamada con el número grabado de la primera vez... y la voz de esa criatura parecía conocer muy bien de quiénes estaba hablando..." Conociéndome como a esas alturas ya me conocía y habiendo comprobado cosas así estando a mi lado, la petisa (como le digo cariñosamente a mi ex) sólo me contestó: "bueno, anótala como otra de las cosas extrañas que viviste..." 

  

En la edición número 3 de ZN-revista, Marcelo Maidana rescata en sus "Relatos de fogón" un episodio que causó asombro, ocurrido en el "viejo hospital" de calle República, poco antes del terremoto de 2.004. Alumnos de la Escuela de Arte, durante una clase de fotografía, sacaban fotos en diversos sectores del vetusto edificio, pero una chica venía teniendo "percepciones" de que "alguien más" compartía ese lugar con ellos, como un fantasma. Como casi en la mayoría de las veces, la tomaron por loca. Sin embargo, después de aquella clase se dedicaron a observar las fotografías obtenidas, y cuenta textualmente el relato que "la mayoría reflejaban los diversos aspectos del antiguo hospital, hasta que llegaron a las fotos del baño; en las primeras sólo se podía apreciar como un destello de luz en su interior, pero cuando miraron las fotos del naranjo, más de uno se sorprendió al ver la figura de una niña toda traslúcida, mirando a la cámara, acompañada de un pequeño perrito a su lado. Desde esa noche, la mayoría de las personas que frecuentaban la escuela de arte, caminaron con recelo por las galerías, patio y principalmente al entrar en los baños, no sea cosa que se encuentren con la niña y su perrito". 

  

Cualquiera podría pensar que no hay nada que temer. Sin embargo, la mayoría de los temores que nos acosan a diario, desde la infancia, y hasta la muerte, son los temores a lo desconocido. Y nadie hasta aquí puede dar una respuesta precisa al motivo de estas presencias fantasmales, estoy espíritus venidos desde quién sabe dónde, estas almas en pena. El miedo fluye solo, cuando nos imaginamos que algo así podría ocurrirnos. ¿Qué se puede o qué se debe hacer, cuando uno queda frente a algo semejante? Aparentemente, como le dijo el señor a la joven al comienzo de este informe, nada. Incluso se puede llegar a pensar que aquel pequeño que vaga desabrigada en las madrugadas de invierno, es el mismo que hace sus apariciones a los pescadores que concurren a un lugar casi próximo. Se trata de un pequeño que, dicen, murió trágicamente en ese lugar. Pero no aparece en cualquier noche: según contó nuestro colaborador Sergio Sotomayor, que llegó a verlo, sólo aparece cuando llueve. Se deja ver ante los pescadores, caminando al otro lado del río, en medio de la lluvia, y saluda con una mano. No puede distinguírsele el rostro, pero sin dudas se trata de un niño de unos 10 u 11 años. Cuando alguien pretende alumbrarlo con una linterna, se aleja. Nunca contesta a quienes lo llaman. Ya es parte del paisaje, para algunos. 

  

Angelitos, les llaman algunos. En la edición número 4 de nuestra revista, bajo el título "El jinete negro de Santa María", se publicó la siguiente historia: "Analía Villagrán, profesora de historia en Santa María, comentó que junto a sus alumnos quiso profundizar en estos hechos, y en una de sus clases uno de ellos le acercó una entrevista que consiguiera con un lugareño identificado como Don Corregidor. Este señor, según Villagrán, le había comentado, nada más y nada menos, de qué manera lo había llevado el diablo. Se trataba del mismo personaje, de las mismas características: jinete negro, alto y en un caballo enorme. Don Corregidor le había pedido ayuda después de salir de un bar en la localidad de Loro Huasi, y luego de eso estuvo 40 días desaparecido de sus familiares y conocidos. Un pastorcito que andaba con sus ovejas por las Lomas de Colores, lo encontró caído y golpeado dentro de una profunda grieta, casi moribundo. Según el relato de Analía, la gente del pueblo lo rescató a Don Corregidor, y lo trasladó hasta el hospital de Santa María... Una vez recuperado, contó que este jinete negro lo llevó en su caballo, pero no recordaba adónde. Y cuando le preguntaron cómo sobrevivió, mencionó a una niña vestida de blanco, que todos los días le llevaba pan y agua". 

  

En el número de ZN-revista, nuestra oyente y lectora Monic Coronel envió su testimonio a través del Facebook, contándonos un hecho verdaderamente triste (por su origen) y asombroso: "ocurrió en el barrio Eva Perón... Allí vive mi hermana Elena. En la ex pista el aeródromo un avión le mató a su hijo Javier hace 19 años... pasaron los años... mi hijo realizó su familia e hizo su casa al lado de la de mi hermana Elena. Allí nació su hijo Gastón. Cuando tenía cuatro años él jugaba como todo niño en el fondo de su casa, que colinda con el arroyo, donde hizo una chocita para jugar con un amiguito al que su mamá nunca podía conocer, porque Gastón le pedía que no fuera a la chocita ya que su amiguito se marchaba. Así pasó mucho tiempo jugando con él, y Gastón pedía juguetes, frutas, lo que fuera, pero para él y su amiguito. Un día fui a buscar a Gastón para llevarlo al cementerio a visitar la tumba de mi padre, pero como es mi costumbre pasé por la tumba de Javier a rezar una oración. Cuando Gastón vio la foto de Javier, con sus manitas se tomó la cabeza y me dijo mami... ¿cuándo murió? Él era mi amiguito, con el que jugaba en la chocita. Se puso triste y yo remal, le hablé y le expliqué que es un angelito y está con el Señor en el cielo. Todo aquello que hablaron entre los dos, me lo contó, y se guarda como un secreto de familia. Desde ese tiempo nunca más Gastón volvió a verlo". 

  

El pasado 8 de julio, a pocas horas de que ésta revista ingrese a los talleres para su impresión, un remisero llamado Ariel De La Peyre nos relató la otra cara de la moneda: cuando los "niños fantasmas" pueden llegar a generar temor en quienes entran en algún tipo de contacto con ellos. En un hecho que ZN tiene que averiguar, el dato que nos dio Ariel viene de una tercera persona llamada Néstor, un policía que concurrió junto a otros colegas hasta un barrio periférico del norte de la capital, convocados por el llamado telefónico de una mujer. Ella misma advirtió: "sé que van a creer que macaneo, pero quiero que vengan y vean, en nuestra casa aparecen chicos que luego desaparecen en el aire..." Cuando la patrulla se hizo presente, comprobó que todos los integrantes de la familia dormían incómodos en la misma habitación, por temor a que ocurriera algo malo y no pudieran pedir ayuda. Siempre por testimonios a confirmar, dicen que escuchaban y observaban a niños jugando en el patio de la casa, que se materializaban y desaparecían, y al principio nadie sintió miedo. Pero las cosas tomaron otro color cuando una vez, estando una joven mamá integrante de la familia sentada con su bebé en brazos, fue como si alguien invisible se lo hubiera quitado de los brazos. La criatura quedó literalmente suspendida en el aire, ante la desesperación de la mujer por retenerlo en sus manos. 

  

Puede haber muchas razones para justificar la existencia de los "niños fantasmas", pero lo cierto es que están en todas partes, sin ser patrimonio de ningún lugar en especial. En ese sentido, incluso, podríamos cerrar este informe especial de recopilación de historias, recurriendo a una vieja leyenda urbana de Los Estados Unidos de Norteamérica. Se origina en San Antonio, Texas, y se refiere a unos niños que murieron dentro de un autobús escolar, que no pudo esquivar el paso del tren. Cuenta que, por el año 1940, un Autobús escolar pasaba por las vías del tren, cuando de pronto una falla mecánica le impidió seguir avanzando, quedando atrapado en las vías. El tren no pudo frenar a tiempo, y arrolló al ómnibus, matando a 10 niños y a su conductor. Se dice que, desde entonces, otros autos estuvieron a punto de ser embestidos por haber tenido problemas similares, pero siempre fueron ayudados y empujados por manos invisibles, adjudicadas a los espíritus de los niños muertos en ese accidente. Tratan de evitar una tragedia igual a la que les ocurrió a ellos. 
 

 
 

 







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