Hace más de 10 años, una noche de diciembre particularmente calurosa, viví una experiencia que todavía me pone los pelos de punta cada vez que la recuerdo. Eran cerca de las 10 de la noche y yo estaba en casa con mis padres, cerca de la iglesia de Choya. Un amigo me invitó a salir a caminar, así que decidimos ir hacia la plaza de Choya, justo frente al ex cementerio.

La Aparición Inquietante

Todo parecía normal hasta que, de repente, se cortó la luz mientras nos acercábamos a las ruinas de los nichos del cementerio. Fue en ese momento cuando vimos algo que jamás olvidaré: una figura humana salió caminando de entre las ruinas, vestida con lo que parecía ser una túnica o sotana con capucha. No se le veía la cara y su caminar era extraño, balanceándose mientras se acercaba hacia nosotros a una velocidad sorprendente.

El miedo me paralizó. Quería correr, pero mi amigo insistía en quedarse, deseando ver el rostro de aquella figura. Al final, el terror fue más fuerte y decidí correr hacia mi casa, con mi amigo siguiéndome de cerca. Una vez que llegamos, sacamos su moto y volvimos al lugar para buscar nuevamente a esa extraña persona. Para entonces, la luz había vuelto, pero no encontramos rastro alguno.

Reflexiones Posteriores

Lo que más me inquieta al recordar esa noche es pensar en cómo, con un calor tan sofocante, alguien podría estar vestido de esa manera, con mangas largas, túnica hasta los pies y capucha. A día de hoy, sigo sin saber qué fue lo que vimos esa noche. Nunca más me volvió a pasar algo así, pero el recuerdo de esa figura encapuchada sigue persiguiéndome.