Cristina, entrevistada recientemente por Maury Agüero para el segmento Zona Negra, compartió una historia aterradora que la marcó profundamente y la alejó de su pueblo natal, Huaco, en Andalgalá. Este suceso, que tuvo lugar cuando Cristina era joven, se desarrolló en un tiempo en que el pueblo carecía de luz eléctrica, y las familias se alumbraban con lámparas de kerosene o gas.
Una noche, mientras dormían, su hermano despertó gritando, pidiendo que encendieran la luz. Había sentido una mano grande tocándole el pecho. Al principio, pensó que se trataba de algún pretendiente de sus hermanas, ya que Cristina tenía siete hermanas y cuatro hermanos más. Sin embargo, al intentar sorprender a quien pensaba que era un intruso, su hermano se dio cuenta de que estaba agarrando únicamente una mano, sin cuerpo alguno. Aterrorizado, lanzó la mano al suelo, donde esta rebotó antes de desaparecer. El impacto de esta experiencia fue tan fuerte que su hermano decidió mudarse a la capital al día siguiente, y poco a poco, toda la familia siguió el mismo camino.
Cristina relató cómo la familia se fue alejando del pueblo debido a la constante sensación de inquietud. La casa familiar quedó abandonada, y a pesar de intentar alquilarla o prestarla, nadie podía permanecer en ella más de dos días. Años después, Cristina regresó brevemente al pueblo con su hijo pequeño, solo para revivir una experiencia igual de aterradora.
En una de esas noches, después de haber tomado todas las precauciones posibles, Cristina sintió que alguien tocaba la mesa de luz. Pensando que era la hija de su vecina, le ofreció ayuda, pero no recibió respuesta. Al poco tiempo, sintió un peso a su lado en la cama y, al girarse, vio la figura de un hombre de camisa blanca durmiendo junto a ella. Paralizada por el miedo, comenzó a gritar, despertando a los vecinos, pero el hombre, que solo era visible hasta la cintura, se levantó en el aire y desapareció.
Este encuentro traumático la llevó a abandonar Huaco al día siguiente, jurando no volver nunca más. Durante 25 años, Cristina evitó regresar al pueblo, asustada de lo que podría encontrar. Según se cuenta, la casa familiar estaba cerca de una antigua casona que perteneció a unos extranjeros que desaparecieron durante la Segunda Guerra Mundial, dejando supuestamente una fortuna enterrada en las fincas cercanas. Se cree que los espíritus de estos antiguos propietarios podrían ser los responsables de las inquietantes apariciones.
Cristina finalizó su testimonio con una reflexión, invitando a otros a compartir sus experiencias y a explicar por qué, al llegar la noche, nadie se atrevía a pasar frente a su antigua casa.
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