Acostumbrados a lo Paranormal



Acostumbrados a lo Paranormal



ENTREVISTA: JONATAN RIVAROLA

Me dirigí a la casa de Daniela, en el barrio 40 viviendas, porque nos habían dicho que allí tenían varias cosas para contarnos. Después de mucho buscar (no sabía que existen al menos tres barrios de 40 viviendas), logré dar con la residencia. Me atendió un chico que llamó a Daniela, una veinteañera que amablemente me invitó a pasar. Una vez adentro, conocí a su madre, y ambas me llevaron hasta la habitación donde estaba María del Valle, una anciana de más de noventa años que se encontraba acostada. 

  

  

  

Yo tenía que hablar con esta mujer, y le pregunté qué historias tenía para contar. Comenzó a relatar algo que le había pasado hace ya mucho tiempo en el barrio La Tablada, donde ella y su familia siempre eran sorprendidos por hechos paranormales. Dice que una noche había una fiesta en su casa, y esta se encontraba colmada de visitas. Después del festejo, a la hora en que cada uno se retiraba a su hogar, uno de los invitados se quedó, por miedo a regresar a su casa, según María, porque era cobarde. 

  

  

  

Me cuenta que el hombre les pidió por favor si le podían poner una cama bajo la viña, y cuando lo complacieron, se dispuso a conciliar el sueño. Momentos después, cuando todos en la casa descansaban, el hombre escuchó unos niños que jugaban a tan sólo unos metros de donde él se encontraba acostado. Se despertó y se quedó viéndolos jugar, sorprendido porque recordaba que en la casa no había niños. Luego, al ver un pequeño hombre entre los chicos, pegó un salto de la cama y salió corriendo hacia la casa. María me dijo que ese petiso era un duende, y cuando el hombre entró a la casa les contó a todos lo que le sucedió, y entonces salieron a ver quiénes eran los chicos que ese señor había visto. Se llevaron gran susto cuando vieron que los niños atravesaban la pared en una esquina de la casa, como en una imagen fantasmal. 

  

  

  

María también me contó que, desde aquella vez, el duende empezó aparecer muy seguido, como adueñándose de la casa. Agrega que su marido mantenía alejado al petiso, bendiciendo el hogar, y sin embargo esta entidad se mantenía en los alrededores, merodeando. A veces se lo veía cerca de un horno de barro, como buscando la manera de entrar. Según María, gracias a las bendiciones de su esposo, el enano no lo logró. 

  

  

  

Viniendo más aquí en el tiempo, la abuela casi centenaria me comentó que una de sus hijas, que actualmente vive en una casa de la calle Rojas, escucha con frecuencia ruidos de cadenas que se arrastran, pero dice que no siente miedo. En el fondo tienen muchas plantas, además de una viña, y cuando los perros se van hacia ese lugar, aparecen muertos o se enferman, y los veterinarios no le encuentran explicación a lo que sufren los animales. 

  

  

  

Entre tantas cosas que tiene para narrar, María recuerda una vez que encontraron una perra a la que le habían abierto el abdomen y tenía todos sus órganos afuera. Le pregunté si sabía de alguien que estudiara magia negra en esa zona, porque generalmente estas apariciones de duendes son resultado de ese tipo de estudios, pero me dijo que no. Luego, conversando del tema con Daniela y su madre, me confidenciaron que María no se acuerda mucho por su edad, 94 años. 

  

  

  

Ellas (Daniela y la mamá) me confirmaron que efectivamente había un hombre que practicaba magia negra cerca de esa casa donde ocurrían estos hechos, pero eso no es todo: me dijeron que, donde viven ahora, en donde yo me encontraba en ese momento, también ocurrían cosas raras, como por ejemplo cuadros que se voltean solos, el teléfono que hace ruidos extraños cuando alguien llama, y algo de lo que puedo dar fe. 

  

  

  

Algo que en verdad me asustó, ocurrió mientras charlábamos en el living de la casa. Escuchamos que golpearon la puerta, bastante fuerte, como para que no me quedara ninguna duda de que era una persona; entonces María salió a ver quién podía ser, y para mi sorpresa no había nadie. Digo para MI sorpresa porque maría y su madre me dijeron que eso ya era común en la casa. Algunos podrán decir que fue el viento, pero el viento no golpea tres o cuatro veces la puerta como una persona de carne y hueso. Además, no había viento en ese momento, y fue algo que me hizo erizar la piel. Van a entenderme cuando explique lo siguiente: lo más razonable, en definitiva, era que un chico bromista golpeara la puerta y saliera corriendo, pero el caso es que en la calle me esperaba un amigo en una moto, y se sorprendió al vernos salir como buscando a alguien. Cuando le dijimos el motivo, juró que nadie había pasado por esa vereda en esos momentos. 

  

  

  

Daniela también mencionó un episodio ocurrido en la casa de su abuela, una vez que estaba juntando uvas en el mismo lugar donde se le aparecieron los niños a ese hombre mucho tiempo antes: una voz le gritó muy fuerte que se vaya de la casa, que no era bienvenida. Cuando Daniela se dio vuelta para ver quién era, gran sorpresa se llevó al ver que estaba sola. Además, en esta verdadera casa embrujada, dice que se escuchan hombres trabajar en las habitaciones, como si fueran albañiles en una obra en construcción, pero no hay nadie más en el lugar. 

  

  

  

Es una casa enigmática, en mi opinión, y me encantaría ir a conocerla próximamente. Una casa de otro siglo, misteriosa, embrujada tal vez, con muchas historias que dejamos sin desarrollar por una cuestión de espacio en la revista. Aunque, con lo que fui testigo en esta vivienda de barrio relativamente nuevo, por ahora debo darme por satisfecho. Ellos, en cambio, parecen acostumbrados a lo paranormal. 

  

 

 







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