Érase una vez una joven y bella princesa llamada Blancanieves, que vivía en un castillo con su madrastra, la malvada reina. La reina era tan celosa de la belleza de Blancanieves que un día le ordenó a un cazador que la llevara al bosque y la matara.
El cazador, compadecido de la muchacha, la dejó escapar y le dijo que corriera lo más lejos posible. Blancanieves vagabundeó por el bosque durante días, hasta que llegó a una pequeña cabaña. La cabaña pertenecía a siete enanitos que trabajaban en una mina cercana.
Los enanitos aceptaron a Blancanieves como su huésped, y ella se encargó de las tareas domésticas de la cabaña. Un día, la reina descubrió que Blancanieves seguía viva, y se disfrazó de anciana para engañarla. La reina le dio a Blancanieves una manzana envenenada, y la muchacha cayó en un profundo sueño.
Los enanitos, creyendo que Blancanieves estaba muerta, la pusieron en un ataúd de cristal y la colocaron en lo alto de una montaña. Un día, un príncipe que pasaba por allí vio a Blancanieves y se enamoró de ella. El príncipe besó a Blancanieves, y el beso rompió el hechizo.
Blancanieves despertó y se casó con el príncipe. La reina, al enterarse de la noticia, se enfureció y se lanzó al vacío desde lo alto de una torre.
El final de la historia
Blancanieves y el príncipe vivieron felices para siempre. Pero el espejo maldito de la reina no había sido destruido. El espejo, que era un objeto mágico, podía leer los pensamientos de las personas y transmitirlos a su dueña.
La reina había caído al vacío, pero su espíritu seguía vivo en el espejo. El espejo, que ahora era malvado, comenzó a buscar una nueva dueña.
Un día, una joven y bella princesa llamada Cenicienta se encontró con el espejo. El espejo le dijo a Cenicienta que era la más bella del reino, y que podía hacer realidad todos sus deseos.
Cenicienta, que era una muchacha humilde y bondadosa, se sintió atraída por el espejo. Ella comenzó a pedirle al espejo que le concediera deseos, y el espejo los cumplió todos.
Cenicienta se convirtió en una princesa, y se casó con un príncipe. Pero el espejo maldito no estaba satisfecho. El espejo quería que Cenicienta fuera malvada y cruel, como su antigua dueña.
El espejo comenzó a susurrar a Cenicienta, tentándola para que hiciera cosas malas. Cenicienta, que era cada vez más influenciada por el espejo, comenzó a ser cruel con sus súbditos.
Un día, el príncipe descubrió que Cenicienta había cambiado. El príncipe, que estaba enamorado de la verdadera Cenicienta, se sintió decepcionado.
El príncipe confrontó a Cenicienta, y ella le confesó que había sido el espejo el que la había cambiado. El príncipe, que estaba decidido a salvar a Cenicienta, rompió el espejo maldito.
El espejo se rompió en mil pedazos, y el espíritu de la reina fue destruido para siempre. Cenicienta, que había sido liberada del hechizo del espejo, volvió a ser la muchacha bondadosa y humilde que era antes.
Cenicienta, el príncipe y sus súbditos vivieron felices para siempre, sin la influencia del espejo maldito.
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