En un remoto rancho donde resido desde hace cuatro meses, unos vecinos criadores de aves de corral comenzaron a notar la misteriosa desaparición de sus aves durante las noches. Cada noche, alrededor de las 2 de la madrugada, los ladridos de los perros alertaban sobre la presencia de algún intruso. Decidimos investigar y, armados con especulaciones sobre posibles culpables, nos preparamos para descubrir al responsable. Una noche, armados y cansados, sorprendimos un movimiento cerca del corral. Un disparo errado nos hizo perder de vista al intruso, pero alcanzamos a vislumbrar una figura grande y misteriosa.
Decidimos repetir la vigilancia la siguiente noche, y esta vez tuvimos más suerte. Cuando el intruso regresó, saltó la cerca del corral y agarró a una de las aves. Sin pensarlo dos veces, disparé y, para mi asombro, el intruso escapó con una velocidad y agilidad sobrenatural, revelando una figura canina de gran tamaño con rasgos humanos. Atónito, me acerqué y escuché las súplicas de una voz humana pidiendo perdón.
Con el corazón latiendo desbocado, iluminamos los arbustos donde se había escondido y descubrimos a un hombre del propio rancho, transformado en aquel ser. Al día siguiente, encontramos un cuero de animal abandonado cerca del lugar, confirmando nuestras sospechas de que se trataba de un brujo con la habilidad de transformarse en animal. Esta experiencia, aunque aterradora, quedará grabada en mi memoria y en la de las generaciones venideras del rancho.
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