La casa del viejo parte 2



La casa del viejo parte 2



Cuando publicamos hace un mes la primera parte de esta impresionante historia, sabíamos que estábamos ante uno de los testimonios que iban a tener mayor repercusión. Recordemos que Matías, de 19 años de edad, y su amigo Iván, de 18, no quisieron grabar para el programa Zona Negra para evitar que alguien pudiera reconocerle las voces y denunciarlos, porque en realidad habían sido víctima de un hecho sobrenatural, pero en el momento que intentaban cometer un ilícito.
 
Los chicos viven en un barrio popular de Catamarca y están seguros de que nunca olvidarán lo que vivieron cuando ingresaron a la casa de un vecino durante una madrugada fría de este año, para robarle algunas de sus pertenencias. El hombre vivía solo, casi como un hermitaño en una casa vieja y semi destruida, con baldíos a los costados. No hablaba con nadie y sólo se advertía su presencia por las noches cuando en medio de la oscuridad de su jardín, encendía un cigarrillo mientras regaba los árboles y las plantas. Algunos vecinos rumoreaban que el tipo estudiaba la magia negra.
 
Una noche, Matías e Iván lo vieron salir de la vivienda, caminando en dirección al centro de la ciudad, y en moto lo siguieron para asegurarse que no volvería por un tiempo prolongado. Después volvieron al barrio y saltaron una pared lateral para meterse en la fantasmagórica casa del viejo. Resumiendo lo narrado en el número 2 de la revista de ZN, los chicos atravesaron un pasillo y subieron una escalera externa que los condujo al primer piso, en medio de un intenso frío, hasta que llegaron a una puerta de madera que estaba rota, y además se encontraba sin llaves.
 
Eran casi las tres de la mañana cuando entraron y cerraron la puerta, porque el frío era insoportable, y la noche cerrada, oscura, sin luna, con mucho viento. Todo hubiera llevado a que los chicos tuvieran un presagio que los hiciera arrepentirse y huir. Pero ya estaban adentro, donde no penetraba ni una mínima luz de la calle. Matías le pidió a Iván que ilumine con su celular, y cuando la linterna del teléfono iluminó apenas la habitación, vieron que una sombra grande se movía contra el techo, en la pared más alejada de ellos. Al principio no divisaban qué era, hasta que apuntaron mejor el haz de luz, y distinguieron a un enorme pájaro negro que desplegaba sus alas de casi dos metros cada una, que iban de punta a punta en la habitación... Aunque no le vieron la cara, notaron que el cuerpo de ese bicho era como el de un hombre pequeño. Aleteó como para levantar vuelo, pero arriba tenía el techo que se lo impedía. Con la voz temblorosa en su diálogo con Zona Negra, Matías dijo que esos momentos que parecieron eternos, no habrán durado más de cinco o diez segundos.
 
Huyeron atropelladamente, invadidos por el terror, desesperados imaginando que esa horrible figura era capaz de perseguirlos, hasta que llegaron a la calle. Se quedaron casi una hora sentados en la vereda de sus casas, mirando hacia esa tenebrosa vivienda. Estaban muertos me miedo pero no quitaron sus ojos de allí, deseando ver algo más. Hasta que vieron que desde el interior de la casa abría la puerta externa el viejo. Se quedaron mudos, sabiendo que ese lugar no tenía otra puerta de ingreso, pero en ningún momento lo habían visto volver al viejo.
 
El tipo se quedó mirándolos desde su vereda, encendiendo un cigarrillo, sin hacer ningún gesto. Cuenta Matías que "a mí me corrió un frío por la espalda... te juro que me cagué de miedo porque aunque estaba lejos parecía que nos miraba a nosotros, como sabiendo lo que habíamos hecho..." Finalmente se fueron a dormir, agotados por la experiencia. Dice Iván que "al otro día le conté a Maty que había tenido una pesadilla con ese pájaro, y él me dijo que también, pero no sabíamos a quién contárselo sin que buchonee a la cana... en los otros changos tampoco podés confiar", dice, refiriéndose a los amigos del barrio. La historia fue un secreto entre los dos, hasta que la comentaron a Zona Negra, y comenzó a publicarse hace un mes.
 
En los primeros días de la primavera, por las tardes vieron la presencia de un joven frecuentando la casa del viejo. Durante una semana, según recuerda Iván, ese muchacho entraba y salía como si fuera de mucha confianza. Al cabo de esa semana, el muchacho puso un cartel en la puerta anunciando "se vende", y desde entonces no se lo vio más.
 
Cuando comenzaba octubre, los chicos se vieron abrumados por algo que tal vez íntimamente sospechaban, pero que jamás pensaron ni siquiera decirlo. Sin embargo lo comprobaron. Ellos regresaban de una fiesta privada en la casa de un amigo, cerca de las cinco de la madrugada, y cuando pasaban frente de la casa del viejo, éste los llamó. Reconoce Matías que "quedamos paralizados... la verdad que yo no supe qué carajo hacer, y éste (señala a Iván) tampoco se movía; el viejo nos volvió a llamar desde la vereda, y cruzamos la calle, y no te miento, tenía ganas de salir corriendo y gritando!! pero no sé cómo fuimos hasta donde estaba y nos dijo que él nos había visto entrar a robar a su casa, pero que no estaba enojado con nosotros..."
 
Iván parece tener mejores recuerdos de ese diálogo, quizá porque no estaba tan nervioso, y nos cuenta: "el tipo hablaba despacio, pausado, nos dijo que esa noche había salido al centro, pero que también se había quedado en la casa, y que nos vio cuando entramos al primer piso... o sea, yo entendí que nos quiso decir que él era ese pájaro, pero no me animé a preguntarle... pero me dio mucho miedo cuando dijo que, si él quería, podía hacernos mucho daño, como le había hecho a varios vecinos, y nos preguntó ¿saben ustedes por qué quedó rengo tal tipo? porque me quiso joder, ¿y saben por qué perdió todo tal tipo? porque me quiso joder... Y así... pero no parecía mandarse la parte, porque vos le veías los ojos y el tipo te decía la verdad... además nadie pudo contarle lo nuestro, por eso comprobamos que ese pájaro era él mismo!!
A mí de a poco se me fue el miedo, porque en serio no parecía enojado con nosotros, y al final nos contó que se iba del barrio".
 
Efectivamente, Iván y Matías nos cuentan que desde el día siguiente el viejo nunca más fue visto por el barrio, y que en su lugar volvió a aparecer aquel joven que lo frecuentara cuando comenzaba la primavera. Esto está pasando actualmente: ese muchacho quitó el cartel que ponía en venta la vivienda, la arregló, la mejoró, y vive allí. Tiene las mismas costumbres que el viejo, pues se lo ve poco, y por las noches riega los árboles y las plantas, como lo hacía el anterior ocupante de la casa. Fuimos a ver el lugar, y realmente los chicos no exageran cuando afirman que es un lugar fantasmagórico, que mete miedo. Pero a ellos les queda una duda todavía, porque han encontrado una enorme semejanza física entre ese joven y aquel viejo. Iván apuesta que se trata de un pariente muy cercano, tal vez un hijo, pero a Matías nadie le saca de la cabeza la idea de que, en realidad, es él mismo, transformado.
 








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