La chica del baile



La chica del baile



En una de las emisiones de Zona Negra se comunicó Jorge, un joven que comenzó narrando una noche de boliche con amigos, en el "Entrepiso" del Hotel Ancasti de los años 80. Mientras avanzaba el relato, quienes hacemos ZN comenzamos a mirarnos de manera cómplice, pensando lo mismo: que Jorge iba a darnos un testimonio directo sobre una leyenda urbana que circula por el planeta, repitiéndose con diversos matices. Pero hubo un punto en el cual la historia tomó por otro camino. 

    - ¿Qué pasó? 

    -Hace algunos años, cuando yo era mucho más joven, nunca me voy a olvidar que concurrí un viernes a un boliche que quedaba por la calle Sarmiento. Fui con amigos, pero como a mí no me gustaba bailar, me dedicaba a escuchar la música mientras tomaba una cerveza. Estábamos sentados a una mesa, cuando vi a una chica, una bellísima mujer que estaba toda vestida de negro... pero era bella, muy bella. Estaba sentada al frente, y aunque la invitaban a bailar, ella no aceptaba. Entonces uno de mis amigos me dijo: "Jorge, fíjate cómo te mira esa mina, andá y sácala a bailar". Pero como yo era un poco tímido, no me animaba. Me insistió: "andá, boludo, si te mira a vos!!" Al final me animé y fui a invitarla. Ella me dijo "con vos sí voy a bailar". Ya estábamos bailando cuando de pronto pusieron música lenta, y yo estaba como en otro mundo con esa belleza, que era la envidia de mis amigos... 

    - ¡Qué manera de ligar en la noche...! 

    - ¡Claro! ¿viste? los changos me cargaban y me gritaban "tarrudo", y ella se reía nada más... de pronto, como enamorada, ella puso su cabeza en mi hombro, pero no hablaba, y yo para empezar a conversar le pregunté si estudiaba, pero me contestó "no, no hablemos, mejor bailemos..." Y cada vez me abrazaba más. Pero después me dijo: "yo quisiera pasar la noche con vos, a solas, que vayamos a otra parte y no incluyas a tus amigos"... pero como yo justamente no era de abandonar a mis amigos, y andaba en el auto de mi padre, le dije que no, que no podía dejar a pie a mis amigos, porque yo los había traído, pero ella insistió que quería estar a solas conmigo... 

    - ¡Cuidado tocayo, que esto es Zona Negra, no Zona Roja, ¿eh? 

    -Je... sí... 

    -Por las dudas cómo vaya avanzando el relato me refiero... ja 

    -Ja bueno... al final me entusiasmó ella, y decidimos irnos solos, como a las tres y media, o las 4 de la mañana... Pero cuando íbamos saliendo, Alberto, que era mi amigo más querido y con el que siempre andábamos juntos, nunca me olvido, me miró de lejos como diciéndome "¿ya te vas solo?" Y ahí me salió del alma decirle "dale, Alberto, ¡¡vamos!!" Entonces se pararon él y los otros tres muchachos, y vinieron por atrás mientras yo iba con la chica, bajando las escaleras. Parece que a ella no le gustó, se sintió mal porque quería que nos fuéramos solos. Subimos al auto y mientras conversábamos le dije a la chica que la acercaba hasta su casa, así conocía adónde vivía y otro día podía pasar a buscarla para que nos juntáramos. Ella venía a mi lado, resignada, y mis amigos atrás. Me dijo que vivía camino a La Gruta, y le dije que "bueno"... en ese tiempo no existían las 500 viviendas, y todo era campo para ese lado. Cuando íbamos pasando el puente, sentí una cosa extraña en mi cuerpo... Para colmo, ella se dio vueltas y me miró con unos ojos que me impresionaron... Y seguíamos andando cuando le pregunto de nuevo "¿dónde es tu casa?" y me contesta "seguí... más allá", pero ya entrábamos en un lugar oscuro, adonde no había nada... para colmo los changos iban atrás, calladitos, y yo tuve una sensación rara... Cuando llegábamos a la curva que te lleva a La Aguada, el camino viejo a El Rodeo, antes de llegar a La Gruta, ella me dice "déjame acá". Imagínate es esas oscuridades!! Le pregunto de nuevo "pero ¿dónde vivís?" Me contesta "déjame acá, que yo me las arreglo"... Claro, ya los changos estaban con miedo. Estábamos parados en medio de la ruta y ella se bajó del auto y me dijo "el próximo viernes nos encontramos, Jorge, pero quiero que estés solo". Yo, con temor, no sé cómo di la vuelta con el auto y lo puse mirando hacia el centro de la ciudad. Y ella se quedó en la ruta, mirándonos, ¡¡en la oscuridad!! Mi amigo Alberto se dio vueltas cuando ya nos alejábamos, y todavía se la divisaba parada en la ruta... 

    -Mmmmm... yo no me hubiera dado vueltas!! 

    - ¡Claro, y veníamos cagados de miedo! Volvíamos conversando de lo que había pasado, y uno de los muchachos, que era muy religioso, me dice "Jorge... vos no vas a creer, pero ese era el demonio, que te quería llevar". Le dije que no, que no podía ser, y él insistió que era el demonio, y me dijo "nosotros te salvamos". Y después, conversando más tranquilos, me dio su teoría: lo que me salvó, según mi amigo Alberto, es que yo no los abandoné a ellos. Su conclusión es que Dios me ayudó porque no abandoné a mis amigos... 

    -Fue una situación muy extraña desde el inicio... 

    -Claro, porque en ese tiempo esa zona era solamente monte, y no había ni una casa... 

    -Primero fue como que los dioses te sonreían en el boliche... 

    -Claro... 

    -...pero después fue como que los demonios te acechaban en ese punto donde ibas a dejarla... 

    -Claro, imagínate, ¡¡capaz que en este momento ya no existía yo en este mundo!! 

Jorge comenta, en la parte final de su testimonio, que todos los viernes regresó al boliche, pero nunca más volvió a ver a la mujer. Recuerda que aproximadamente el episodio ocurrió en el año 1.985, pero 23 años después, en 2.008, sigue estremeciéndose de sólo recordarlo. 

Cerrando esta sección en la revista de ZN, una mención especial para Juan Pablo Herrera, que vive actualmente en las 500 viviendas, cerca del lugar adonde aconteciera este hecho. Juampy fue el primer fan de Zona Negra en dialogar por nuestro Facebook. No por casualidad, hace pocos días entró en línea para chatear, sin saber que se publicaría este testimonio, y lo mencionó como uno de sus favoritos, en el mismo momento es que se lo estaba redactando. Gracias Juampy!! 

 







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