Los Gatos y la Bicha
Natalia recibió a ZN en su casa, para una de las emisiones de 2.009, y narró algunas anécdotas sobre hechos protagonizados por algunos familiares suyos en Catamarca, hace años.
Entre esos acontecimientos extraños y estremecedores, rescató uno que también se relaciona con felinos, como lo narrado por Rocío.
Cuenta Natalia: "mis abuelos maternos viven en la calle Vicario Segura... mi abuelo tuvo que vender una casa, porque había un inquilino que era policía y no le pagaba el alquiler, y entonces para poder sacarlo tuvo que vender esa casa. Un tío mío que todavía vive es el que me contó lo que pasó... resulta que, este hombre al que le vendieron era un porteño, zapatero, pero que nadie se explicaba cómo hacía para tener tanto dinero, siendo zapatero... pero parece que este hombre tenía un pacto con el fulano..."
Cuando Natalia dice "el fulano", menciona al diablo de la manera en que lo hacen aquellas personas que le temen, porque la superstición indica que si lo mencionan por su nombre (diablo, satanás, lucifer, etc.…) están invocándolo y puede presentarse ante quien lo nombró. Sigue Natalia: "dicen que mi abuela les prohibía a mi madre y a su hermana que tuvieran contacto con este hombre, porque en el fondo había unos cañaverales que comunicaba ambas casas... Y me cuenta mi tío que, nunca se va a olvidar, una vez que mi mamá con una de mis tías llegó llorando y él les preguntó qué les pasó, y ellas le dijeron que habían visto a dos gatos inmensos, con los ojos como fuego, y que les preguntaron qué ¿hacen ustedes acá?
Según recuerdan en la familia, ese hombre desapareció de un día para el otro, luego de que lo llevaran muy enfermo a Buenos Aires, pero durante años recordaron aquellos gatos que alguna vez hablaron. Natalia afirma que, aún en la actualidad, en la casa de la abuela siguen pasando cosas raras. "Es una casa de alquiler, con inquilinos, y siguen viéndose cosas... y según lo que decían, es de la época colonial y allí vivían y morían esclavos que eran enterrados en ese lugar... está ubicada unas casas antes de llegar a la avenida Güemes".
Dice que desde 1989 hasta 1994 en esa vivienda alquiló un parasicólogo chileno al que le decían Leo, muy solicitado por su efectividad para resolver problemas. Recuerda que "tenía un viborón, una víbora grande, una semejante bicha!! Una vez lo espié por la cerradura, y lo ví con una mujer, al lado de un hombre muy alto que, de la espalda, le salía una cola como de perro..."
