LO QUE LE PASÓ A UN CURA DE CATAMARCA, EN SALTA
Jueves Santo, a comienzo de los años 2000. Todos los sacerdotes de la diócesis viajaron a la capital de Catamarca,
reuniéndose para la bendición de óleos. Santiago, un cura recién recibido, fue dejado a cargo de una parroquia hasta
el regreso del párroco titular. A las tres de la madrugada, golpean a la puerta de la casa contigua a la parroquia,
donde sólo se encontraban Santiago y el sacristán, durmiendo en cuartos separados. El joven cura fue hasta la
ventana, y vio que había una mujer rubia, de aparentemente unos cuarenta años. Decidió hablar al sacristán para que
atendieran juntos a la señora, de modo que nadie pensara que él abría la puerta a mujeres a esa hora de la noche,
menos aún por tratarse de un sacerdote joven.
Cuando recibieron a la mujer, esta se encontraba muy exaltada, y les pidió que fueran a la casa de una vecina, que
parecía estar poseída por el demonio. El sacerdote sugirió que llamaran a una ambulancia, porque tal vez se tratara
de alguna enfermedad psíquica.
-No puedo acompañarla a esta hora hasta esa casa, señora. Primero debería recurrir a una ayuda médica porque…
-¡Sé de lo que hablo, padre Santiago! No se parece en nada a un problema psíquico, le aseguro que esa pobre mujer es
víctima de una posesión demoníaca. Lamento que usted se niegue a acompañarme, pero yo no volveré ahí sin su
presencia…
-Señora, suponiendo que sea como usted dice, nada podré hacer yo, porque no soy un cura exorcista…
-Pero puede empezar por corroborar el hecho, ser testigo, es usted un sacerdote y eso es lo que estamos necesitando.
Deje al sacristán cuidando la parroquia y acompáñeme… ¡intente ayudarnos!
Tanto insistió la vecina, que Santiago terminó accediendo al pedido, pero decidió ir al lugar secundado por el
sacristán. Viajaron en el auto de la desesperada mujer, hasta un barrio periférico, y se detuvieron en una manzana
que tenía un gran baldío, y desde la calle se observaba que, al fondo, había una humilde casa desde donde se
distinguía una tenue luz. Cuando Santiago comenzó a descender del vehículo, inmediatamente puso un pie en el piso,
se escuchó un fuerte grito: “¡Noooooooooooooo!”. El sacerdote se quedó paralizado, porque seguido al grito se
escuchó una voz grave que comenzó a proferir insultos, diciéndole “¡te vas de aquí… nadie te necesita en este
lugar…!”. Esto fue suficiente para que Santiago comenzara a comprender que, en efecto, estaban ante algo
desconocido.
Como el representante de Dios en la Tierra no reaccionaba, la mujer lo tomó por uno de sus brazos y lo sacó del
auto, obligándolo casi a caminar hasta la vivienda. Santiago había llevado consigo una estola, un escapulario y un
libro de rezos de ritos. La casa no tenía puerta principal, y en su lugar había sólo una cortina. Cuando Santiago,
con mucho temor, entró en la vivienda, vio a una chica en camisón, sobre una cama, que lo observó detenidamente y
hablándole por su nombre y su apellido, volvió a insultarlo. El rostro de la joven parecía desfigurado, monstruoso,
con el pelo sucio y despeinado, como extraída de las películas que se hicieron sobre exorcismo. De pronto se volvió
hacia la vecina que pretendía ayudarla y, con palabras insultantes comenzó a enumerar aquellos pecados que sólo la
vecina conocía de sí misma. “Los conozco a los dos… sé quiénes son, y se ve que les gusta perder el tiempo…”.
Santiago había quedado mudo y paralizado, sin ninguna reacción, y al advertir esto la mujer que lo había llevado,
supo que ese hombre no estaba preparado para enfrentar esa situación. El clima en el lugar se había puesto espeso,
tenebroso, así es que decidieron regresar al auto y volver a la parroquia. Ni bien Santiago puso un pie en el
templo, el joven cura telefoneó a su colega, quien estaba preparado y autorizado para realizar un exorcismo. A
primera hora de esa mañana, el sacerdote que se encontraba en la capital de Catamarca, emprendió el regreso a su
pueblo para cerciorarse de lo que pasaba, pues había notado pánico en las palabras de Santiago.
Inmediatamente llegó a la parroquia, el sacerdote mayor preparó lo necesario para ir a enfrentarse con lo que fuera,
y llevó consigo al joven hasta la vivienda de la mujer que estaba supuestamente poseída. Santiago no pudo tener
valor para ingresar a esa casa otra vez, y esperó afuera, esperando el resultado. Tras un tiempo prolongado, el
exorcista salió de la casa y lo invitó a pasar. En la cama, esta vez, Santiago encontró a la joven en camisón, como
en la noche anterior, pero luciendo un rostro totalmente distinto. Incluso le resultó una hermosa chica.
Luego se conocieron los detalles: la joven había sido encontrada por la vecina que fue a buscar ayuda en la
parroquia, cuando regresaba del cementerio y cayó desmayada, con un conjunto de velas negras en sus manos. Al
despertar comentó que fue invitada a un ritual en el camposanto, y luego comenzó la pesadilla. La transformación que
sufrió, fue lo que motivó el pedido de ayuda de su amiga. La chica continúa hasta estos días bajo tratamiento del
exorcista. Santiago actualmente es obispo en la diócesis de la provincia de Salta.